martes, 1 de abril de 2014

Venganza.

"—Yo estoy tranquila. ¿Y la venganza? Respóndeme: ¿por qué no? ¿En nombre de qué? ¿De razones superiores? ¿Y qué mejor razón que un orden de las cosas en que los hechos malvados reciben castigo? Para tu filosofía y tu ética la venganza es un acto feo, censurable, falto de ética, al fin, ilícito. Y yo pregunto: ¿y dónde está el castigo para el mal? ¿Quién lo ha de confirmar, juzgar y medir? ¿Quién? ¿Los dioses en los que no crees? ¿El gran demiurgo creador con el que decidiste sustituir a los dioses? ¿O puede que la ley? ¿Quizá la justicia nilfgaardiana, los tribunales imperiales, los prefectos? ¡Viejo ingenuo!

—¿Así que ojo por ojo, diente por diente? ¿Sangre por sangre? ¿Y por esta sangre, más sangre aún? ¿Un mar de sangre? ¿Quieres ahogar el mundo en sangre? ¿Ingenua y herida muchacha? ¿Así quieres luchar con el mal, brujilla?

—Sí. ¡Exactamente así! Porque yo sé de lo que tiene miedo el mal. No de tu ética, Vysogota, no de las prédicas ni de los tratados morales sobre la vida digna. ¡El mal tiene miedo del dolor, de la mutilación, del sufrimiento, de la muerte al fin y al cabo! ¡El mal herido aúlla de dolor como un perro! Se retuerce en el suelo y gruñe, mirando cómo la sangre surge de las venas y arterias, viendo un hueso quasoma de un muñón, viendo cómo las tripas se escapan de la barriga abierta, sintiendo cómo se acerca la fría muerte. Entonces y sólo entonces al mal se le ponen los pelos de punta y grita entonces el mal: «¡Piedad! ¡Lamento esos pecados! ¡Voy a ser bueno y honrado, lo juro! ¡Pero salvadme, sujetad esa sangre, no me dejéis sucumbir de forma tan terrible!»
.»Sí, ermitaño. ¡Así es como se combate el mal! ¡Si el mal quiere prepararte un perjuicio, causarte daño, adelántate a él, lo mejor allí donde el mal no se lo espera! Sin embargo, si no has podido adelantarte a él, si el mal te ha dañado, ¡házselo pagar entonces! Alcánzalo, lo mejor cuando ya no se lo espera, cuando ha olvidado, cuando se siente seguro. Házselo pagar el doble. El triple. ¿Ojo por ojo? ¡No! ¡Los dos ojos por un ojo! ¿Diente por diente? ¡No, todos los dientes por un diente! ¡Hazle pagar al mal! Consigue que aúlle de dolor, que le estallen los globos oculares de tanto aullar. Y entonces, cuando lo mires en el suelo, puedes decir con seguridad y sin miedo que esto que yace aquí ya no va a dañar a nadie, que no supone un peligro para nadie. Porque, ¿cómo va a ser un peligro si no tiene ojos? ¿Si le faltan las dos manos? ¿Cómo puede dañar a nadie si sus tripas se arrastran por la arena y la arena absorbe su sangre?

—Y tú —dijo el ermitaño lentamente— estás con la espada ensangrentada en la mano, miras la sangre que absorbe la arena. Y tienes la insolencia de pensar que has resuelto el problema eterno, que has alcanzado el sueño de todo filósofo. ¿Piensas que la naturaleza del mal ha cambiado?

—Sí —dijo ella retadoramente—. Porque lo que yace en el suelo y sangra ya no es el mal. ¡Puede que todavía no sea el bien, pero con toda seguridad ya no es el mal!"

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